El tema del (dis-)confort en las grandes ciudades y del trabajo normalizado de ocho horas al día de lunes a viernes es cada vez más comentado entre los jóvenes y no tan jóvenes. Nadie duda que la organización actual del trabajo limita nuestra libertad durante las horas más importantes del día, durante los años más vitales. Muchas veces puede parecer que no hay otra opción fuera de seguir el camino establecido de estudiar, trabajar y retirarse a avanzada edad.
Hay otras opciones pero adelanto que no son siempre fáciles, sobre todo cuando crecemos y nos acercamos a edades en las que se espera de nosotros un compromiso extra, crear una familia o simplemente ganar dinero.
Estudié ingeniería química y empecé a trabajar como ingeniero en una pequeña empresa de polígono en Santa Perpètua de Mogoda. Cada día era una tortura pensar que tenía que pasar ocho horas encerrado en aquellas cuatro pareces, mirando una pantalla de ordenador, sin desarrollar habilidades tan naturales como la flexibilidad, la creatividad, el amor real, la comunicación sincera, la valentía… Llegó un momento en el que dejé el trabajo para empezar un nuevo estilo de vida.
Normalmente vemos a los influencers en Instagram y otras redes sociales compartiendo costosas experiencias y una vida fácil, pero hay mucha gente viajando por el mundo que nos buscamos la vida de manera mucho más modesta, con pequeños proyectos, de una manera más instintiva y seguramente, más natural.
Desde hace dos años viajo por el mundo y me busco la vida para gastar poco y encontrar oportunidades que me permitan ganar algo de dinero para poder sobrevivir. He tenido momentos de debilidad en los que todos los pensamientos que han apoyado esta decisión se tambalean.
Viajé desde Barcelona hasta Irán en autostop. Trabajé con refugiados, dormí en casas ajenas el cien por cien del tiempo, trabajé con refugiados, pasé una noche en un calabozo iraní, oculté mi homosexualidad en países dónde es pena de muerte, conocí a personas increíbles y conocí y me acosté con chicos que me enseñaron diferentes maneras de vivir la vida.
De hecho, para mí, lo más importante es el hecho de conocerme a mí mismo a través de viajar. Es como si descubriendo el mundo, me estuviera descubriendo.
El mensaje principal que quiero transmitir es que hay diferentes maneras de vivir y si no hay miedo al fracaso no habrá fracaso porque todas las profesiones son nobles y el no tener una profesión también lo es. Hay que experimentar, salir de nuestra zona de confort y así conocernos al completo y siempre podemos movernos entre diferentes decisiones porque la vida es larga y hay tiempo para todo.
Yo me planteo muchas veces que ahora podría estar trabajando y cobrando tres mil euros al mes, levantándome a las seis de la mañana y trabajando hasta las seis de la tarde. Seguramente me proporcionaría un contacto más estrecho con mi familia y mis amigos.
También puedo encontrar un trabajo con el que disfrute, pero, ¿se pueden disfrutar ocho horas al día haciendo prácticamente lo mismo durante décadas?
Salir del camino establecido y vivir una experiencia alternativa no proporciona, necesariamente, la felicidad. Lo ideal, de hecho, sería que todos pudiéramos ser felices delante de cualquier circunstancia. Es por este motivo que muchos de los que creemos haber encontrado la verdad chocamos con la realidad al volver a nuestros lugares natales. Nos vemos abrumados al darnos cuenta de que no podemos digerir lo que se espera de nosotros.
Es como el monje europeo que se pasa veinte años en la India o en Tibet y consigue liberarse de los pensamientos negativos, luego decide volver a Europa y se da cuenta de que los pensamientos negativos e innecesarios vuelven a su mente como si esos veinte años de su vida no hubiesen valido la pena.
Cada experiencia personal es diferente y no podemos comparar una persona con otra aunque seamos siete mil millones.
Yo concretamente considero que la felicidad se puede encontrar en cualquier lugar, en cualquier momento y la búsqueda excesiva de este estado tan poco concreto denota infelicidad. Por eso llamo a la calma y al sosiego pero también a probar, a movernos y a experimentar esta vida que solo es larga si se explora.
Seguramente, algún día volveré a Barcelona, y espero tener las ideas claras. Cada uno tiene su proceso y este es el de unos pocos, poco representados.
Auguro que en una población en la que la opción de morir de hambre ya no existe para la mayoría, cada vez más gente va a empezar a vivir maneras de vida alternativas, sin miedo a lo que pueda pasar porque siempre está la opción de volver a casa, encontrar un trabajo y reempezar.