ME MIRO A FUERA Y ME VEO A DENTRO
Después de ver la luz en la oscuridad, estuve un rato alumbrándome. Antes me hubiese ido. Pero ahora que el rosa azulado ha vuelto a mí, mezclarme con el negro se ha vuelto un oficio muy divertido. Y no creáis que me aburro sola, pues me ampara la lámpara siempre. Entonces como comprenderéis, trabajo con el lenguaje óptico, y callada. Las frases se presentan ante mí como figuras, formas, relieves y colores. Todo viene junto, pero todo está en su lugar, como ya podréis haber comprobado. Con ellas juego al arte de crear realidad mental, para así luego poder hacerle Alquimia. Yo sé, y no es que lo crea, es que sé que funciona así, pero nunca lo he utilizado en su totalidad.
Siempre pedía más y más caminos, porque sentía que ahí estaban. Entonces, no conocía tan de cerca el infinito. En ese sentido la ignorancia me ayudó, porque, aunque el infinito pueda parecer confuso, es la prueba más fehaciente que existe.
El infinito es el bien, y el límite es el mal. Y no es que los límites sobren, pero si me limito a mi cuerpo, no te podría abrazar. Si me limito a amarme a mi, no podría amarte. Y por ese mismo, tu no podrías amarme. Si se trata de violentarme, hazlo siempre queriéndome ayudar, pero sin hacerme lo que no quieres que te hagan. Y quiérete, para poder confiar en que cumplirás tu cometido.
El rosa azulado está vigente, pero puede abandonarte si lo rechazas, si no lo reconoces. Es el precio que pagar por negarse a uno mismo. No se paga en euros, ni en dólares, ni tampoco se podrá pagar en digital. Cuanto más ficticio es, menos valor tiene. Realmente la única opción es el reflejo. Mirar a fuera para ver adentro.
¿Los ojos a donde apuntan? A fuera. ¿Y porqué no apuntan a dentro? Porque entonces no podrías ver a fuera. A dentro ya tienes un ojo, el lila. Y cuando se conecta con el rosa azulado, puuufff, brilla tanto, que el a fuera y el a dentro son lo mismo.
Y que decir de cuando suena. Cuando suena fuerte vuelve la pregunta del infinito.
¿Podrá subir más? ¿Podrá sonar tanto que deje de oírse? En fin, esas ondas sí que tienen fuerza.
De hecho, cuando sintonizan en rosa azulado, me siento genial. Las figuras y las formas se ven tan claras. Con el lila hasta yo soy quien las junta. Pero si el rosa azulado se va, se ven borrosas. No puedo discernir, no tengo la llave, no tengo confianza. Y sin confianza, ni formas, ni figuras, ni colores, ni olores, ni sonidos, ni nada, no puedo comunicarme.